26. Mi causa la lleva el Señor. Por Chus Villarroel
En el martes santo la Iglesia pone en la misa a nuestra consideración el segundo canto del siervo de Yahvé (Is. 49, 1-6). “El Señor hizo de mi boca una espada afilada, una flecha bruñida. Pero yo pensaba: En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mi energía. Pero Dios era mi fuerza, el Señor llevaba mi causa y él me defendía. Mi recompensa la custodiaba Dios”.
Yo creo que estas consideraciones las hemos hecho muchas veces todos nosotros. El hecho de ser cristiano lleva consigo el que te tengas que someter a la iniciativa de otro. No hablo de algún humano sino de la acción del Espíritu Santo que llevará tu causa. Quinientos años o más, antes de Jesucristo, ya escribía Isaías este canto segundo del siervo de Yahvé que se aplica en directo a Jesucristo pero con él a todos los que siguen su camino.
Yo puedo dar testimonio de todo ello. No sé si el Señor ha hecho de mi lengua una espada afilada. Lo que sí sé es que llevo decenas de años predicando y he tenido la misma sensación del siervo y la sigo teniendo: “En vano he gastado mi energía y en vano he empleado mi tiempo. En viento y en nada”. Lo que pasa es que tampoco me creo esto del todo o, mejor dicho, no me lo creo. Yo sé que mi causa la lleva el Señor y él custodia mi recompensa, es más, sé que para vivir en fe tiene que ser así y en ello encuentro fortaleza.
Esta palabra, en este martes santo, me ayuda a penetrar en el estado de ánimo de Jesucristo. Lo más bello que yo he recibido como revelación es la humanidad de Jesucristo como lugar de nuestra salvación. No nos ha salvado Dios con palabras o acciones esotéricas sino en la sencillez de una humanidad como la tuya y como la mía que el tedio de los días y el peso de la rutina le hace sentir pobre e incapaz de ninguna ganancia por sí mismo. En vano me he desgastado. ¿Qué he hecho yo? Cualquier cosa que digo o hago todo me lo discuten. Mi pueblo entero, diría Jesús, se ha vuelto en contra.
La experiencia cristiana no es triunfadora a corto plazo. Si miramos bien, la mayoría de los santos han muerto desheredados y si son fundadores a veces fuera de la propia congregación que él fundó. Sin embargo, el santo tiene una roca, una fortaleza interior que le viene en la oración en la que está profundamente convencido y gratificado de que su causa la lleva el Señor. Esa vivencia lo compensa todo y, aunque por fuera parezca, que se han roto las compuertas y llega la inundación, por dentro, el resguardo y la serenidad acuden como fruto del espíritu a confortarle. Si no fuera así nos convertiríamos en propietarios de la obra robándole la gloria a Dios.
¿Tú quieres saber por qué existe ahora esta peste del coronavirus? Digo peste, porque es una peste, aunque ahora para decorar lo llamen pandemia. ¿Quieres saberlo? Ponte un rato tranquilo delante de Cristo crucificado y dale tiempo para que te hable y te diga. Te aseguro que sucederá algo dentro de ti que te quite las ganas de volver a preguntar. Entenderás el misterio. No sé decirte más, entenderás el misterio. Ten seguro que no te va a echar un largo discurso invocando las últimas razones del ser del ente; no, simplemente saldrás convencido de que tú causala lleva el Señor aun en plena pandemia.
Porque el siervo no sólo es el que predica sino que se refiere a todo el que tiene que entregar su causa al Señor. A lo mejor si estás muy enfermo piensas que tu vida es una carga; ponte delante del Cristo que él te hable. No me cabe la menor duda de que saldrás reconfortado o reconfortada al saber que tu causa la lleva el Señor. Él sabe el porqué. Tus criterios de productividad no van a ser los suyos. Si eres capaz de acompañarle a él en esta semana santa en tu interior con el sentimiento de que sin entenderlo tu causa la lleva el Señor ya está convalidada tu vida. No te mueras, por favor, porque tienes que acompañar a Cristo. Él también necesitaba saber que su causa la llevaba el Señor.
No tengo muchas relaciones con las residencias de ancianos. No he entrado yo en ese campo. Me comunico solo con unas cinco o seis personas. La palabra que define su situación es la de angustia en la desprotección. Se ven inermes ante el ataque de un virus que se ceba si no en un hacinamiento, si en un vivir muy apretujado. “No podemos escapar unas de otras”, me decía una señora. Ahora parece que se va arreglando algo. El testimonio que esta mujer me ha dado por escrito yo lo defino con las palabras claves de esta meditación: “Mi causa la lleva el Señor”.
Cristo dijo: sólo el espíritu da vida, la carne no sirve para nada. Y entregó su carne, con el mismo dolor físico que cualquiera en aquella situación horrible…
Si lo vemos como un ejemplo a seguir, no podemos y, al no creerlo en el fondo nos lamentamos, aunque seguimos siendo cristianos, para no perdernos la otra vida.
El espíritu da vida ya, porque la carne de Cristo se quedó con nosotros. Al comer su carne en el pan, comemos su espíritu, pero además su espíritu se encarna en nosotros cuando encuentra un alma sencilla y fertil que, como decía un dominico llamado Grignion de Monfort, le recuerda la de María.
Por eso mi causa la lleva el Señor, porque si no soy yo, sino Cristo que vive en mí (San Pablo), sólo me queda disfrutar en la carne todo lo que El me va regalando, darle gracias y confiar en que, en el momento de la muerte, me seguirá dando lo que necesite.
«El Señor lleva mi vida, o mi causa, como nos dice hoy Chus»
En la parábola del viñador estamos unidos e injertados en CRISTO.
Él se encargará de podarnos en nuestras seguridades, y tendremos la garantía de estar en las mejores manos junto al Señor que nos ama incondicionalmente.
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada».
Juan 15:1-5
En nuestra experiencia Carismática por el Bautismo en el Espíritu, fuimos injertados en Jesucristo, como experiencia personal, siendo removidos del Bautismo Sacramental que recibimos en su día.
Aquella experiencia es actualizada permanentemente por nuestra relación con el Espíritu Santo que mora en nosotros, y templos suyo somos.
A lo largo de nuestro caminar vemos como actúa en las distintas situaciones de nuestras vidas, aun cuando humanamente no entendamos el porqué de ciertas dificultades, entre otras, ya sean en el terreno laboral, social, familiar, afectivo o bien de la salud.
Jesucristo es el que nos da la gracia para comprender que todo lo que nos ocurra tiene un fin último para nuestro bien. Su mirada está puesta en el perfeccionamiento de nuestras pobrezas, y mejoramiento espiritual a través de los acontecimientos fuera de nuestro control.
Por nuestra parte nos queda solamente aceptarlo con humildad.
El Señor lo hace si le dejamos actuar, depositando nuestra confianza, sin interferencias de nuestro ego e intentando modificar su finalidad.
Siempre en abandono a su voluntad.
¡GLORIA AL SEÑOR!
Cristo está también en los que tienen el virus. Todos estamos encerrados en la muerte y nunca nos va a parecer bueno el momento de morir. Que se haga Su voluntad
Querido Chus, no has gastado tu energía en vano. Al revés, tú también podrás decir: «todo está cumplido».
Los hijos necesitábamos y necesitamos la predicación y, también, que «la teología de la Gratuidad» por la Pasión y la Resurrección de la humanidad de Jesucristo quedara escrita.
Como te dijo el Señor: sus encuentros se los prepara Él. A través de tus líneas Él ha quebrado muchos corazones, incluido el mío.
La Palabra de hoy dice: Jesús se turbó y dio testimonio. ¡Dió testimonio! Testimonio de su turbación, de su debilidad, de su sentimiento de turbación, de tristeza, de su debilidad humana. No la escondió, la compartió …
En estos días Él me regala a Sí mismo, pero también me ha mostrado mi falta de fe, de confianza … He temblado de miedo. Me ha impresionado verme así. Debilidad total donde menos creía. Sin su espíritu de amor no tengo ni fe, ni confianza, ni puedo amar nada.
Pero Él vuelve a regalármela, y lo hace a través de tus escritos, de las enseñanzas de Álvaro, de su Madre … De mediaciones humanas. Porque, en realidad, mi causa la lleva el Señor. Él pronuncia mi nombre.
Hoy mi mensaje es sólo para felicitar a todos por vuestros escritos que exteriorizan o derraman toda esa sabiduría que vive en vosotros a consecuencia de esas, creo, extensas cartas o mensajes que recibís del Espíritu Santo.
Yo solamente me puedo vanagloriar de mensajes en forma de “telegrama” que me han llegado a lo largo de mi vida, y que a pesar de que parezcan minucias, en mi han dejado su huella.
Voy a comentar uno, de hace mucho tiempo, y que Chus a pesar de formar parte de él, quizá no lo recuerde. Él era párroco en Conde de Peñalver y yo formaba parte del consejo de pastoral. Iba yo por la mañana a trabajar, y me vino a la cabeza la siguiente pregunta: ¿Y si Chus, esta tarde, en la reunión, os dijera que podíais dar vosotros las charlas de cuaresma? Me contesté: Bájate del carro. Mi mente insistió: ¿Qué temas escogerías? Decidí que si fuese así, el tema sería sobre el amor al prójimo. Resumiendo: Por la tarde nos hizo esa pregunta a todos los miembros y mi tema fue el amor al prójimo.
En la celebración de nuestros veinticinco años de matrimonio, Chus fue el celebrante de la eucaristía, y en mi relato del noviazgo, comenté varios de esos “telegramas” como yo los llamo, y que ahora no voy a escribir.
Por todo ello, y pensando que Dios me ha escrito de vez en cuando esos “telegramas” le doy las gracias, pues cuando los recuerdo me producen alegría en el corazón y me dan fuerzas para seguir adelante. Espero que no se olvide de mi dirección.
Las palabras diarias que te inspira el Señor cada día Chus, me alientan, me confirman, me vivifican profundamente, me inspiran Koinonia, aunque estés en Madrid y yo en Canarias. Me hacen revivir «El Ruaj» de los miércoles en Matanatha. Estas experiencias internas, son las que -por Su Gracia- encarnan, y a veces suelen, como duele el ADN del siervo. Todo esto pertenece a Jesús, como dices; es el gozo de Su obra: acoger y conservar Su primer amor en la intimidad del corazón como «el gran tesoro escondido». Tu reflexion de hoy; acerca del Siervo, Chus, me recuerdan a la parabo la del P. Emiliano Tardif acerca del burrito que lleva en sus lomos al Rey de Reyes en su entrada triunfal a Jerusalen;»El pollino sonreía orondo, pensando que los aplausos, los ¡vivas! y las Loas eran para el. Si no recibimos su auxilio somos unos presumidos-d@s.
Mi causa la lleva el Señor ¡y cómo podré darte gracias por siempre, Dios mío, de que así sea! Nos compraste a alto precio y no te dejas arrebatar lo que te pertenece. Somos ovejas de tu rebaño. Aunque a veces soy cabra, y como tal un poco loca. La cabra se sube por riscos peligrosos, se aparta del sendero, se asoma a los abismos. Qué vértigo. No me gusta nada ese paisaje oscuro en el que no estás tu, Señor. Como en una pesadilla abro la boca para llamarte y no me sale la voz. El patas sugiere: a quién llamas, no hay nadie. Por supuesto el diablo es un mentiroso. Un ángel me invita ¡vamos, el Señor te está buscando! . Me guía y entonces puedo llamarte. Acudes tu y me rescatas, me llevas sobre los hombros de vuelta a casa. Dónde podría estar en mejor lugar que sobre los benditos hombros de mi rey, mi Señor, mi Dios. Jesús mio querido, te pido estar a tus pies y me regalas una canción: En tus manos. Si, mi causa, la tuya, la nuestra, la de los que mueren, la de todos los que le lanzan una mirada de auxilio, la lleva el Señor.